lunes, 20 de febrero de 2017

Sólo arden al caer en el quebranto de cielo y piel.

Arden al caer las lágrimas infames sobre esa piel de aquella que fue amada y ahora se halla perdida, con el suspiro tajante y la mirada indignada, como si aquello no fuera nada más de lo que ya esperaba, pero se temía.

En tanto la noche cayó sobre sus párpados tensos, pudo respirar con más calma, ¿habría de mantener aquella pena tan adentro?, sería más apropiado el olvido, el olvido de cada momento sucedido, de cada palabra echada al viento. En otro instante habría esperado un momento para lanzar tal infamia y desterrar el sentimiento, pero ya no había mañana, no habría más tormento, sólo un objetivo y un triste deseo.

Al demonio entonces, se marcharon sus ilusiones, véase que vacías podrían resultar ahora, cuando el materialismo se apoderó de aquella inocente alma, pero qué hacer, no todo es hojuelas sobre miel y por aquellos días, todo lucía como de mentiras, ¿de verdad era el mundo tan feo? y es que no habría palabra mejor, si se afeó su corazón.

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