martes, 9 de abril de 2013

Un tornasol, una razón.

Su mirada estaba enterrada en sus pies, quizá cuidando sus pasos; con un libro abrazado contra su pecho y prendas encimas demás, collares con símbolos que no cualquiera entendería y un manojo de esperanzas enterradas dentro.

Detalló su alrededor un par de segundos, escogió una mesa específica, solitaria, al aire libre y con una enorme sombrilla colorida como techo. Pidió un café, se sentó cómodamente en la mesa elegida y se desperezó abriendo el libro, leyó un par de párrafos sin entender una palabra. El sol estaba en su pleno esplendor y al colarse entre la sombrilla creaba un efecto de colores bajo ella, era hermoso; pero era difícil centrarse en los colores o en el libro.

Tomó su café y dejó de lado al libro, cuando el sol toldó un poco, se dispuso a leerlo; entonces un chico ojeroso y desaliñado se poso del otro lado de la mesa, sin prestarle atención alguna, abrió su propio libro, clavó su mirada en las palabras, luego de unos segundos tenía la misma cara de la chica, entre sorpresa, duda y molestia, su rostro cambiaba de mueca conforme leía un poco mas.

Ella, mirándolo  no pudo evitar reírse  en tanto sus carcajadas no pudieron disimularse, él notó su presencia y la miró fijo a sus ojos. Inmóvil por el vistazo que le regaló el desconocido, trató de disimular y volver a su mundo ficticio, observándolo con algo de timidez por encima del libro.


- Genial - dijo él, su mirada estaba perdida, había apoyado su codo contra la mesa y en su mano reposaba su rostro, que mostraba una sería mueca de repudio.

- ¿Qué ocurre?

- Primero el ruido, luego el tornasol; pero ganaste tú, eres la más bella distracción.