lunes, 28 de abril de 2014

Una carta obvia, jamás escrita.

"Chasquea la leña al fuego, lentamente se consume...

La vida misma puede ser vista de esa manera, nacemos y nos encienden fuego, un día nos volvemos ceniza que el viento se lleva para siempre, pero yo no lo creo, tantos años en un frío que hacía sonar mis dientes y congelaba mis mejillas, tantas lágrimas que ardían en mi piel pálida... ¿estaba al fuego? ¿Estaba viva siquiera?

Da escalofríos la idea; pero he visto tantos muertos en la calle, mirando sus pies que se mueven más allá de la consciencia que les queda. Pero no basta decir que se puede ser feliz; no basta mostrar un camino.
Algún escurridizo ser de pronto te enciende, la llama te incinera el alma, se lleva miles de cosas y de nuevo eres leña, vida, combustión y fuego.

No es creible la verdad, me parecía una idea tarada, hasta que el roce de un ser lleno de fuego mis mejillas y ardí sonriente por el resto de mi existencia.

Gracias por ser ese ser.

Con Cariño,
Mamá"