viernes, 31 de mayo de 2013

Vamos, al prado verde.

Por si no lo sabes (espero que no te espantes), quería hablarte, de mi persona y de mi manía de imaginarme un mundo, con palabras, conversaciones, seres ficticios tan grande, que se me ha enmarañado en la mente y un día quiso salir a vestirse de realidad.
Ni te imaginas como me miró mi imaginación. El charco que yo imaginaba lago estaba podrido y putrefacto, el cielo azul, estaba lleno de nubes grises que lanzaban lluvias como balas, dolorosas y que hacían todo triste; las amistades no existían, la imaginación miró dentro de ella un par de minutos, y sólo me dijo "Mejor vivo en tu cabeza", dio un giro y volvió dentro mío, desde entonces allí la resguardo, incluyendo mis sueños y las ilusiones.

Miraba por la ventana, no veía edificios y techos con hileras de tejas, me internaba en los campos verdes de las montañas, en un sueño de hadas casi perfecto, casi real, donde yo ponía las calles, la lluvia y el sol, que brillaba sólo en la cantidad justa en que no lastimaba mis ojos.
Ese paraíso se cerraba conjunto con mis ganas de sentir cuando abandonaba la ventana, así cada día, cada noche, y aun cuando imaginaba mirar, acostada en mi almohada.

Pasaron meses, o siglos, o mi vida entera en esos segundos, en cada uno de ellos, en cada instante observando, modificando todo en mi mente; esta loca travesía no podía ser más de mente, no más que yo.

Vi un punto ciego, le lancé todas mis dudas, él me lanzó flores; yo le di armas, él las adornó con corazones.
Miré de soslayo cada detalle, con la mirada más frívola que encontré, con un trozo de alma congelada y podrida, así le miré cuando me hablaba. No había manera de mantener 10 segundos la mirada, una sonrisa la arruinaba.

Un día estaba mirando por la ventana, una figurilla se alejaba en el prado verde; el punto ciego se había metido en mi paraíso, estaba furtivo en mis sueños, prisionero de mi amor y condenado a mi. Iba sonriendo, como encantado, como la primera mirada que me dio, como el primer beso que me encarceló.

No aparezcas enseguida, te creía a la vuelta de la esquina; resulta que no estabas allí, estabas en la punta de mi nariz y nunca te vi. Ahora estás amándome, con tus alas arropándome. Me ha hecho libre, mi imaginación se sienta conmigo ahora, habla de ti a todas horas, ya no me siento sola.

Condenada estoy, condena a muerte, muerte de repente, muerte lenta, adorarte cada instante de mi viaje a acostumbrarme, acostumbrarme a que... Soy feliz.