Es difuso pensar que hace nada, unos cuantos meses atrás, llegaba de mis clases, con toda la monotonía y frialdad que podía contener mi cuerpo, tirando el teléfono en la cocina y ponerlo a cargar, responderte un par de mensajes, ver que en ese desierto virtual nadie más me escribía.
Creo que en momento en que en pleno debate de la materia que mas me animaba fue que me di cuenta que de verdad me estabas gustando mucho y estabas despertando en mi un mundo nuevo, las hojas de mi cuaderno estaban llenas de letras con perfecta caligrafía que deletreaban tu nombre. Cuando vi tu nombre plasmado y sonreí sin querer, se me revolvió el estomago y me quede pasmada en un silencio que apareció de pronto, en el fondo hablaban, un tonto intentaba responder una estupidez a una respuesta que yo me sabía perfectamente, pero algo opacaba esas ganas de alzar la mano y contestar, tenia mas cosas en mi mente, te tenía dando vueltas en mi cabeza.
No podía mentirme, pero muchas cosas rondaban también mi cabeza, quizá no eras ni remotamente el indicado, podías no tener corazón, no es que en ese momento yo fuera toda amor, pero cabía la oportunidad de que me lastimarás mas de lo que ya estaba, ¿se podía eso?
Miraba las baldosas del salón de baile, estaba envuelta en ti, me habías sacado de mi encierro de medio año, la verdad no entendía nada, estabas tan seguro y tan lindo en un suéter y tus bermudas, ya casi no las usas; no podía dudar mucho mirándote.
Querías besarme y hasta me pediste permiso, ¿te acuerdas?. Creo que una cosa que me dejaba perpleja de ti, era esa preciosa manía de tomar mi opinión antes de empezar cualquier cosa, jamás dije que no, pero me encantaba responderte insistente siempre un si.
Luego vivía pendiente de una nota de voz, ¿a que hora llegarás? ¿qué te pasó? ¿donde estás? ¡Me preocupo!
Llegabas de pronto, me explica as risueño y yo de preocupada pasaba a ser la princesa mas feliz y hueca del mundo, sin nada que me incomodara.
Cada noche, casi madrugada te despedias siempre diciendo algo lindo, corto, sincero pero tan real, aprendí a valorar palabras sencillas de grandes sentimientos.
En un principio me daba pena decir cualquier cosa, releía los mensajes, escuchaba mucho la música que te gustaba. Le agarré amor a tu disco favorito y hacia alarde de eso. No quería parecer tonta contigo, ni por un segundo.
Un buen día se me ocurrió darte regalos de chucherías, al final, no eran cursis, era un detalle y no era eterno, era para alegrarte el día o la semana, yo tenia algo en que concentrarme: ¿Qué le llevo esta vez? No puedo preguntar mucho, siempre debía ser sorpresa, y curiosamente casi nunca fue sorpresa. Otra cosa nueva, siempre necesitaba contarte todo, incluso dañar las sorpresas iba incluido en eso.
Con el tiempo descubriste cosas menos alegres que aquellas geniales cosas que teníamos en común, encontraste el mar de cuestiones erróneas, malas y absurdas en la que vivía, escondiéndolas por supuesto y tapando todo con mentiras sobre otras para poder sonreír sin mostrar penas.
Supuse que como siempre, ahí acababa la historia y tendría que volver a ser fría o a estar herida, no sabia como respondería si te ibas, nunca había sentido un cariño así, suponía que en el fondo no estaría mal, sino seria fuerte y te dejaría buscar una manera de ser feliz lejos de mis complicaciones.
Suspiraste cada vez, me perdonaste cada vez, sonreiste de nuevo y me amaste como nunca, suponiendo que por una vez Dios se apiadaba de mi existencia y alguien tenia paciencia conmigo...
Pero era mas que paciencia, era aceptación y por sobre todo, amor.
Tumbé pilares y destruir muros, redecoré fachadas y destruí miedos y marañas. Me sentía desnuda en tu presencia, sabias todo de mi, conocías cada cosa que me importaba, que había echo, que había estado bien, que había estado mal ¿y que hacías al respecto?. Abrazarme y mantenerme junto a ti.
Me hiciste alzar la cabeza y sonreír, me decías que era una mujer maravillosa; me hiciste maravillosa, me sacaste de todo aquello que me impedía ser feliz.
Y tú, lucías tan despreocupado en tus bermudas y esa sonrisa de que te resbalaba la opinión del mundo, por dentro había miles de cosas mas interesantes que me encantó descubrir, proteger y por supuesto, amar.
Ahora, cada vez que te veo, luces mayor, maduro, todo un caballero hecho y derecho; otras veces una pereza entre una sabana haciendo quejidos, o abrazandome fuerte para que no moleste tanto y duerma tranquilamente, pero de igual manera esta historia es mi versión de lo es todas nuestras experiencias, nuestros días grises y de colores, nuestro bellísimo año juntos.
Pude errar mucho, pero una decisión puede arreglar todo de un brochazo, la mía fue... confiar en ti.
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