Mi yo interior, la desconfiada de siempre, estaba atiborrandome con un montón de preguntas, me molesté y se las devolví todas, ahora en su infinita relajación, reflexionando, no me molesta más la existencia y yo contemplo el resquicio de sol que se escapa entre las hojas de un árbol justo encima mío.
Efímero, es una buena palabra para describir el momento, como cada segundo del tiempo, aunque no lo parece cuando dibujas con tus ojos la caída de las hojas o ves desde lejos los carros como juguetes en la autopista, allí pareciera eterno, perfecto.
Contagiada por mi yo interior me dejo llevar por los pensamientos profundos, y entre ese conjuro me envuelvo en recuerdos. Puedo responder a las dudas de mi consciencia con segundos enigmáticos. Y para la duda mayor, por la que han muerto tantas margaritas, "me quiere o no me quiere", se contesta con una palabra que salta a la mayoría de mis recuerdos, esa palabra es "juntos", acompañada de "contigo".
Pasa que nos acostumbramos a todo lo explícito, señalado, con flechas, iluminado, con tanto señalamiento que olvidamos como descubrir el amor en las pequeñas cosas, en un te quiero en un susurro para que nadie se entere, en el brazo que corrió a tu auxilio, en ese brillo en los ojos, en la sonrisa que (aunque ignores) tu causas, en un "te extraño", cada día que te defendió, cada desaire que consoló...
Siento ese cosquilleo gracioso enderezando mi espalda que termina como una gran sonrisa y es que, a esas respuestas, les tengo fe.
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