- ¡Espera! No te vayas, te lo diré ahora...
Espera, espera. Quiero ser amada.
Él giró sobre la punta de sus pies y retrocedió mil días, y 999 noches, a una tarde sin juicio.
Lucía hermosa, pero era complicada, el esfuerzo de sus labios para pronunciar un si, la forma en que aparta mi mano en la multitud, ese baile para evitarme un abrazo... olía mal, bastante mal.
Los suspiros y miradas a la nada, el vacío en medio de una frase que nunca culminaba, esos ojos que de felicidad pasaban a vacío, un enorme vacío.
No lloraba, no, nunca lo hacía, parecía de piedra y llena de hiedra, encerrada y preparada para no salir jamás. Intenté, una y cien veces, un instante cada día, ella confunde, mezcla.
Puede hacerte creer que la persona perfecta con su sonrisa.
Pero jamás se sintió como si necesitara de mi, como si quisiera ser amada... ¿por qué lo dice ahora?
- Cuesta, la realidad apesta. Mis sentimientos murieron, aprendí a estar sola. Me encantó estar sola, y pasaba tardes sin tener a quien escribir, se que siempre tengo a alguien enamorado de mi, pero yo nunca de nadie, porque lo había intentado, y cuando yo me enamoro, la magia se tuerce, no es correspondido. Puede estar conmigo, pero su mente está a cientos de kilómetros.
No quiero depender de nadie, eso duele, o eso decía. Me convertí en adicta a tus besos y tus sonrisas, a la forma en que haces que me ría con tus muecas y en que pueda pasarme la tarde diciéndote tonterías sin que te aburran. Me enamoré y quise negarlo, estabas enamorado de mi y quise callarlo, alejarte, empujarte fuera de mi existencia antes que hirieras, pero no puedo.
Estás tan dentro de mi como mi sangre, y no puedo no necesitarte, estás en todo lo que hago. QUIERO SER AMADA, te lo he dicho a gritos, pero no se escucha fácilmente.
Pasa que no me impresiono fácil, y me gusta la perfección, pero ahora mis deseos se reducen a oír tu voz.
- Me dijiste que me fueras.
-Para ver si te quedabas, pero que más da, quédate, mi miedo se ha ido, quédate que te necesito.
jueves, 25 de julio de 2013
viernes, 5 de julio de 2013
Cómo dos aves fénix en un cielo azul.
- Que extraña, «¿qué extraña?»
No reconozco esa sonrisa, ni esas pantorrillas, la luna brilla diferente, todo fue tan de repente...
«¿Qué pasó?, No, ya, en serio, ¿qué pasó?».
Sigue siendo extraño todo ésto.
- Que distinto, «¿qué es distinto?».
No sé de quien es ese rostro
- No sabes, «¿no se?».
Preguntar serviría.
- Pero no sabes a quién, «¿a quién?».
- A ti, «¿A mi?».
Bien, ya van tomando orden mis pensamientos.
- Te reconozco, tú me reconoces, «¿por qué no me reconozco?». La del espejo es una ajena, mírala de cerca, «parece una niña buena». Eres tú, «¿Quién?», pues tú y deja de preguntar, que yo puedo explicarte, yo misma, una tú de otra parte, de otra era, de otra con tú mismo nombre y menos pasado, «¿hablas de mi?», por última vez, si.
- Hace varias lunas atrás... «¿Éstas lunas o las viejas lunas?», ¿qué más dan las lunas?, calla ya.
Hace algún tiempo, algunos errores, digo, días antes de hoy; ella era polvo. No puedo decirte cómo ni porqué, pero él era magia pura y sumisa, «¿y ella? ¿qué era ella?», un fénix. Si, un pequeño y frágil fénix que no podía nacer de nuevo, que había cumplido ese ciclo cientos de veces, eso era ella; la que tú reconocías, la de los cabellos sin forma y sonrisas caídas a pedazos, la que debajo de la lluvia no se cubría, la que iba dando pasos tirando en la calle su vida, la que le quedaba.
Él también era un fénix, aún más glorioso, más hermoso; con más brillo, y con unas llamas de vida más abrasadoras que el fuego; pero no podía encenderse le faltaba una chispa, una de vida. «¡Ilógico!, uno necesita vida, y la otra con gusto la tira!, ¡ilógico!», no, lógico más bien, que dos almas destinadas a encajar logren unirse...
Se parecen, puedes verlo en sus rasgos, en cómo reacciona su alma al verse comprimida, nota su parecido, incluso cómo respiran, son vida, la que le sobraba a ella, la que le faltaba a él, la lógica simple que una a dos seres conectados con su hilo rojo del destino, así como las lágrimas corren de la misma manera en los caudales distintos de sus mejillas, puedes ver en todo que se parecían.
No te reconoces querida, porque ya no eres cenizas, has renacido... Eres un fénix, pero tu aletear suena doble, son dos, nota su perfección, «incluso sus cuellos juntos, forman un corazón», lo has captado, es amor lo que los han salvado.
No reconozco esa sonrisa, ni esas pantorrillas, la luna brilla diferente, todo fue tan de repente...
«¿Qué pasó?, No, ya, en serio, ¿qué pasó?».
Sigue siendo extraño todo ésto.
- Que distinto, «¿qué es distinto?».
No sé de quien es ese rostro
- No sabes, «¿no se?».
Preguntar serviría.
- Pero no sabes a quién, «¿a quién?».
- A ti, «¿A mi?».
Bien, ya van tomando orden mis pensamientos.
- Te reconozco, tú me reconoces, «¿por qué no me reconozco?». La del espejo es una ajena, mírala de cerca, «parece una niña buena». Eres tú, «¿Quién?», pues tú y deja de preguntar, que yo puedo explicarte, yo misma, una tú de otra parte, de otra era, de otra con tú mismo nombre y menos pasado, «¿hablas de mi?», por última vez, si.
- Hace varias lunas atrás... «¿Éstas lunas o las viejas lunas?», ¿qué más dan las lunas?, calla ya.
Hace algún tiempo, algunos errores, digo, días antes de hoy; ella era polvo. No puedo decirte cómo ni porqué, pero él era magia pura y sumisa, «¿y ella? ¿qué era ella?», un fénix. Si, un pequeño y frágil fénix que no podía nacer de nuevo, que había cumplido ese ciclo cientos de veces, eso era ella; la que tú reconocías, la de los cabellos sin forma y sonrisas caídas a pedazos, la que debajo de la lluvia no se cubría, la que iba dando pasos tirando en la calle su vida, la que le quedaba.
Él también era un fénix, aún más glorioso, más hermoso; con más brillo, y con unas llamas de vida más abrasadoras que el fuego; pero no podía encenderse le faltaba una chispa, una de vida. «¡Ilógico!, uno necesita vida, y la otra con gusto la tira!, ¡ilógico!», no, lógico más bien, que dos almas destinadas a encajar logren unirse...
Se parecen, puedes verlo en sus rasgos, en cómo reacciona su alma al verse comprimida, nota su parecido, incluso cómo respiran, son vida, la que le sobraba a ella, la que le faltaba a él, la lógica simple que una a dos seres conectados con su hilo rojo del destino, así como las lágrimas corren de la misma manera en los caudales distintos de sus mejillas, puedes ver en todo que se parecían.
No te reconoces querida, porque ya no eres cenizas, has renacido... Eres un fénix, pero tu aletear suena doble, son dos, nota su perfección, «incluso sus cuellos juntos, forman un corazón», lo has captado, es amor lo que los han salvado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)