Va dando pasos como saltitos, la hace sentirse más alta, más fuerte, más falsa y tenue. Se detiene ante el espejo junto a la puerta, se asoma levemente, acerca su cuerpo a la pared y se desliza su espalda por ella hasta acurrucarse en el suelo, sus ojos muestran una mirada perdida, se levanta conforme la fuerza le alcanza; va acercando su rostro al espejo, mira fijo a sus ojos, hace una mueca falsa que se le puede llamar sonrisa, pero... el dolor sigue en sus pupilas, ella sigue absorta mirando sus ojos...
- ¿Nadie nota ese dolor?, ¿Nadie ha de ver la profundidad de una alma que grita "Demuéstrame amor"? - dice para sí misma mientras se derrumba, quizá ni ella puede ver aquello.
Sigue con la idea mientras vuelve al corredor, busca otro espejo con mayor iluminación, misma cuestión, ojos vacíos, la vence el dolor; pone en el reproductor la canción detestable que la entiende, no cesa el dolor, la presión colma sus sentidos.
Ella pasa la mano por sus cabellos, hasta que al alejar el brazo no queda ni una hebra entre sus dedos, mira su mano que luego lleva a su pecho, como intentado atrapar su corazón, o el dolor, pero buscando arrancárselo, cualquiera de los dos; se abraza a si misma, cierra con pesadez sus párpados, mira al techo y susurra algo a la nada y un esbozo de sonrisa se traza brevemente en sus labios, con un suspiro enorme llena su pecho y da pasos firmes contra el suelo.
Cambia sus ropas, alegre marcha a la puerta, ve sus ojos en el reflejo del espejo, ¡apenas lo entiende!, se marcha con el corazón latiendo acelerado, los gritos ahogados se tornan mariposas y ella se va como de rosa en rosa.
Detiene su marcha, saca un trozo de papel y un lápiz de su chaqueta para escribir fugaz las siguientes letras:
" Es inútil, jamás notará la tristeza que se disipa una vez él ha de llegar ".
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