viernes, 24 de noviembre de 2017



Contemplo la frustración suavemente, el ardor decrece y aumenta según la ocasión, las letras se desvanecen, en ocasiones las lágrimas escapan, luego la cordura vuelve, la risa aliviana y la suerte anima la pasada; una vez superada esa versión inicial del dolor sigiloso y eterno, se aprecia toda simplicidad, las bondades ocultas que se descubren en los aprietos.

Los pensamientos se ahogan por los días y se aglomeran en las noches, le encuentro en las bondades, le pierdo en la desesperación, finalmente me refugio en su redención, suspiro por lo que viene y sonrío por lo que irá y así se esconde la autenticidad.

Pudiera expresarlo, más me traiciona la moral, nadie debería tener la desgracia de comprenderlo, mucho menos de traducirlo a palabras de acero afiladas y devastadoras; la intención se pierde, la empatía aumenta y alrededor se haya distante, la lucha sin humanismo saína y el que no la practica aporta su sangre.

Dono a la lucha observando mi imposibilidad de actuar en favor de la devastación, las piernas tiemblan, la voz se corta y la justicia ciega se inclina sus balanzas sin pesares, guerras por los males, surgen los animales y la noche cae, para que la paz se note palpable y distante.